Querido impostor

Me dirijo a ti esta noche para decirte algo que puede que te sorprenda. Una conclusión a la que, tras un tiempo de observarte, no me ha quedado más remedio que llegar. Y es que tú no eres un hombre. 

Esa es mi gran conclusión. Aunque por fuera lo parezcas, aunque reconozco que algunas veces, antes de escucharte hablar, incluso yo lo pensaba. Pero tú no eres un hombre.

Lo sé por que he visto muchos. Hombres de verdad, de los que se llaman a sí mismos hombre con orgullo, de los que seguro se avergonzarían de personas como tú.

Porque sé que tú no eres uno de ellos. Y no vayas a pensar que me equivoco, que soy sólo una chica despechada que odia a todos los hombres y que habla por hablar.

Pero no, no te confundas, te conozco. Y más de lo que quisiera. Por desgracia para mi, no han sido pocas las veces que te he escuchado hablar. Referirte a una mujer de maneras que me impiden, aunque quiera, compararte con algo ni parecido a lo que entiendo por un hombre.

Que he tenido que ver, no sin sentir una enorme repulsión que espero que te transmitan mis palabras, cómo tras faltar enormemente al respeto a cualquier chica (que, por si lo olvidas, podría fácilmente ser tu hermana), has hecho un gesto a tus amigos para que todos rieran contigo esa actitud más propia de un chimpancé que de cualquier ser humano. Y he observado, por sorpresa para mí, cómo seguían tu juego por no ser el bicho raro o salirse de la norma. Pues déjame que te diga que ellos, bajo mi punto de vista, no son ni un poco más hombres que tú.

Por eso te repito que lo siento, no lo creo. Tú no puedes ser un hombre. Y es que por más que lo intento, no he logrado verte nunca como alguien que merezca mi respeto. Quizás porque simplemente, nunca, ni una sola vez, te he visto dárselo a una mujer.

Sólo te he visto acomodarte en esa superioridad que piensas que te mereces por decir que eres un hombre, y concederte el derecho de tratar a las mujeres como si no fueran más que juguetes inventados para ti y tu diversión, que al final, después de un rato, puedes deshechar tranquilo e ir a buscar la siguiente. 

Pero ni si quiera eso es lo peor. Creo que son tus palabras, tu forma de opinar, referirte y comentar de las mujeres, tu forma de rebajarlas al nivel de un animal, lo que acaba de confirmar mi teoría de que ningún hombre, ningún hombre de verdad aceptaría escucharte y quedarse indiferente.

Y puede que seas eso, simplemente: un impostor. Que hayas hecho creer a todos que detrás de esa fachada se esconde realmente un hombre. Pero no, yo sé que no. Y sé que tú también lo sabes.

Así que con una enorme pena que sólo supera la vergüenza que me das, me despido deseándote que la vida te trate mejor de lo que mereces y que, acabes donde acabes, nunca nadie desde hoy te confunda por la calle con un hombre de verdad.


Comentarios

Entradas populares